Vivir con esto

Editorial de la última edición de femiñetas #9 Especial de salud mental. Por flor coll e ilustración de marina lordi.

Hace 20 años, cuando comenzaba mi trabajo como cronista, entrevisté a una reconocida directora de un hospital en rosario, y ante mi pregunta sobre cuál sería la enfermedad del siglo XXI que ya comenzaba, me dijo sin dudar: “La salud mental”. Quedé atónita, no esperaba esa respuesta.
Preguntarse por la salud mental y si es un objetivo posible en un mundo enfermo ¿tiene algún sentido? ¿Qué vendría a ser la normalidad y qué la locura? Depresión, ansiedad, insomnio, trastorno bipolar, de sueño, de conducta alimentaria, paranoias, adicciones. Todas patologías o no patologías. Todos padecimientos que nos hacen más vulnerables y que se hicieron más visibles en la pandemia. Si conoces a alguien sano, preséntalo.

Según la definición de la OMS: “La salud mental es un estado de bienestar en el que la persona realiza sus capacidades y es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar en forma productiva y de contribuir en la comunidad”.

¿O es que será una hipocresía la salud mental?
No queremos ser hipócritas, por eso en este número nos adentramos en el “temita” para encontrar herramientas que ayuden a vencer los estigmas y sobre todo que alivien el sufrimiento. Continuar lo que arrancamos en el número 8 de femiñetas: La supervivencia. De eso se trata.

Escuchar el sufrimiento. Darle lugar. Todos sufrimos y tratamos de pedir ayuda como sea. ¿Y quién atiende? Si se piensa en la interseccionalidad de las diferentes opresiones: género, nacionalidad, etnia, clase, edad. ¿Se puede tener salud mental en un mundo enfermo y desigual? Donde el salario apenas alcanza para pagar el alquiler de tu habitación o con suerte un piso, o una hipoteca. Ah, ¿tienes hijxs, y eres autónoma? ¿No tienes trabajo? La sesión de terapia puede llegar a los 60/80€ en europa y unos 2 mil pesos en argentina y además me sugieren que no diga que voy a terapia en la entrevista de trabajo.

Todo sea para sentirse mejor; aliviar la angustia, el sufrimiento. Calmar esos lobos sueltos de la cabeza hace que muchas personas lleguen a una consulta sanitaria y que en vez de poder hablar de ese malestar, les engullan pastillas como caramelos sin mediar prácticamente palabra.

Quizás por este síntoma de época y la cantidad de consultas que se multiplicaron en estos años, por primera vez se empezó hablar de la salud mental, y como nunca los profesionales de la sanidad se vieron desbordadxs, sufrieron las consecuencias. Si algo reveló la pandemia fue la visibilización de los problemas de salud mental en el debate público. Hubo una sensación de vulnerabilidad compartida que atravesó a personas de todas las edades y clases sociales.

Por eso nos surge la pregunta:

¿Hay que destinar más dinero en salud mental o hay que poner más dinero para que el mundo no sea una porquería, un foco de enfermedad?

Y sí, los interrogantes siguen siendo los mismos. Porque aún adaptándonos a los tiempos veloces de metaversos, avatares, realidad aumentada, contacto cada vez más virtual y algorítmico, no parece estar en los planes de nuestros gobernantes generar un mundo más justo y que proteja nuestra salud y el medioambiente. El Amazonas o el delta del paraná siguen en llamas, por nombrar algunos ecosistemas. Eso también nos enferma. Y no se frena.

Por eso incluimos en esta edición un suplemento especial: “Promesa de felicidad no garantizada”. Porque no creemos en los imperativos de la alegría permanente, pero sí en los lazos afectivos y colectivos. Porque queremos seguir creyendo en la lectura, en el deseo proponemos hasta un “kit de supervivencia para feministas aguafiestas”.
Tenemos muchas historias en palabras, en viñetas y deseamos compartirlas porque nos hace bien. Porque asumimos riesgos aun después de tanta oscuridad. Estamos aquí; y seguimos contando.

raquel, una activista de Obertament, dice en una de las notas centrales de este número: “¿El modelo de salud mental que imagino? Unas orejas más grandes que tu cabeza”.

Texto: flor coll Ilustración: marina lordi

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