Como las frutillas

La cuarentena, la cocina, la lluvia, hijx y fiona apple. Por lila paolucci.

Tengo un plan para después de almorzar: haré una torta de manzanas y también una focaccia, fideos al huevo y la salsa de tomates y hongos para acompañar los fideos, es decir, la cena. Me hace ilusión el programa de la tarde de lunes. Armo el mate y diagramo la hoja de ruta. Doy vueltas con la música, no sé qué tengo ganas de escuchar. Elijo el silencio. Así lavo los platos y empiezo la torta. Relajo el cuello y los hombros con unas florcitas suaves que me hacen ensimismar, pero bien.

Cocinar me funciona como práctica meditativa. Pelo y fileteo las manzanas y hago todo lo demás. Decido usar dos huevos en vez de tres, me gusta que la torta quede húmeda y mantecosa, no totalmente ligada.

A pesar de los 18 grados que decía la televisión, llevo puestas calzas largas, medias, zapatillas, remera y buzo. Tengo el termostato a la miseria, quizás sea la falta de dormir.

Mi hija y su padre están en la habitación de ella, juegan o dibujan. De vez en cuando lxs escucho reírse y gritar. Tengo ganas de ir a ver, pero sé que si voy me van a pedir algo, que les lleve agua o les diga dónde quedó tal cosa. Prefiero esperar a que la torta esté lista y llamarlxs a merendar.

Meto la torta al horno y, cuando me paro y regreso a la ventana, me acuerdo del tuit de caitlin moran que leí en el insomnio intranquilo de las cinco de la mañana.

Decía que, bueno, todo el mundo tenía razón sobre el último disco de fiona apple y que le daban ganas de ir a despertar a sus hijas para que lo escucharan. Qué hermosura, pensé entonces, que sea con tus hijas con quienes primero quieras compartir un disco, un libro, un cuadro, eso que te gustó.

Qué lindo que lxs hijxs sean compañerxs de gustos e intereses. Busco Fetch The Bolt Cutters. Qué suerte, está completo en youtube. Lo pongo para seguir con el plan.

Dos: la salsa. A la cacerola, con aceite de oliva, va una cebolla en brunoise. Dejo un par de minutos y agrego sal y dos ajos aplastados y los hongos de pino, que ya había puesto a hidratar. Al rato, una botella grande de tomates perita, orégano, pimienta, una cucharada de azúcar, algo más de sal. Empujo la cacerola a la hornalla de atrás. Me voy ensombreciendo a medida que la tarde se extingue, pero la lluvia no.

Anoche mi hija durmió por primera vez sola en su habitación. Hasta hoy, no habíamos compartido el cuarto o la cama solo en tres ocasiones: una pijamada del jardín de tres, una vez que porfió y porfió hasta quedarse en lo de una familia amiga y cuando fui al Congreso por la legalización del aborto; esta vez sí durmió con el papá. Y aunque sabíamos que tarde o temprano iba a pasar, nos tomó desprevenidxs su decisión.

Anoche yo no dormí. Dormité de a ratos, lloré, fui a verla dormir. En el insomnio, volvió la certeza de que, a partir del instante en el que la hija salió de mi cuerpo, ser madre no es otra cosa que un incesante proceso de separación, de dejarla ir cada día un poco más lejos de mí.

Esta mañana ella estaba tan feliz, tan orgullosa de sí, que yo festejé el acontecimiento con la garganta anudada y como agujitas que me pinchaban detrás de los ojos y la nariz. Por estas semanas, hará dos años que mi hija dejó la teta y cinco que nació. ¿No es más un bebé? Cosas que me estremecen entre mayo y abril.

El procedimiento de la focaccia lo tengo bien aceitado. Entretanto fermenta la levadura, desembalo la máquina heredada, que nunca aproveché. A simple vista, no es difícil de usar. Para limpiarla, ya me había dicho mi papá, debo pasar un par de veces un poco de masa entre los rodillos. Igualmente, antes, la cepillo bien con el pincel que está en la caja y que debe haber comprado mi mamá. La dejo en la mesada y vuelvo a la masa de pan.

Me escribe renata: que como me gustó Unbreakable Kimmy Schmidt, cree que me puede gustar Community. A ella le gustó años atrás, cuando la miraban y tomaban cerveza. Ahora no tanto, pero quizás a mí sí. No sabe. Está obsesionada con dilucidar si la serie es o no para mí. Qué risa. Yo le cuento que me da miedo empezar la segunda temporada de after life. Acá, en un rincón de la mesa enharinada, han terminado de merendar.

Cuando la futura focaccia está elástica y suave, la pongo a leudar, en un bowl, cubierta con papel film, sobre la cocina. La salsa hecha; despejo y lavo para no querer matarme después. Todavía resta una masa por amasar.

Tendría que haberle preguntado a renata si escuchó el disco de fiona apple y, si no, que lo hiciera, que está rebien, que es probable que me vaya a fanatizar. Pero ahora estoy mezclando harina, huevos y sal, las manos pegoteadas, imposible agarrar el celular. La llamo a mi hija para que me haga un favor. Sigue, desenvuelta, las instrucciones y rápidamente se oyen el chic chic y el bajo de «Heavy Balloon». Le pido que se quede a escuchar, creo que le va a encantar la canción. Miro afuera y el limonero indisciplinado es un manchón de oscuridad.


texto: @lila.paolucci ilustración: @bellinailustra

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