Allí donde come la reina letizia

Crónica desde el Museo Reina Sofía: una cena y un museo en devenir. Por celina poloni e ilustración de colombe garnier rojas.

tomates, cebollas, pepinos, pimientos todo mezclado y triturado

como una salsa, pero fría

como una sopa, en un cuenco

Leo, de la Red Interlavapiés, describe con paciencia cada una de las nueve opciones que hay esta noche como entrante, plato principal y postre en el restaurante NuBel del Museo Reina Sofía. En cada mesa, un compañero va traduciendo del castellano al wolof y viceversa para que tod+s entiendan y puedan elegir lo que prefieren comer. Habremos tardado entre veinte minutos y media hora para lograr esta hazaña, pero el pedido ya está en marcha.

tomates, cebollas, pepinos, pimientos…

La receta del gazpacho es una de las preguntas que puede aparecer en la Prueba de Conocimientos Constitucionales y Socioculturales de España, del Instituto Cervantes, que es necesario aprobar para obtener la nacionalidad española. De las 22 personas que estamos hoy aquí cenando, la mayoría aún no tiene sus papeles.

*

El motivo que nos reúne es el cierre del ciclo lectivo de una Escuela de Español que el Museo Reina Sofía organiza junto a la Red Interlavapiés. Es una iniciativa que convoca semanalmente a vecinas y vecinos migrantes de la Comunidad de Madrid, que necesitan conocer y utilizar el idioma local como una herramienta para comunicarse cotidianamente, trabajar y vincularse con la sociedad. Muchas personas vienen desde senegal, otras de marruecos. Algunas llevan varios años en españa pero otras apenas unos pocos meses, y se apoyan mutuamente para ir aprendiendo a hablar, escuchar, leer y escribir en el nuevo idioma.

Además de la Escuela de Español, en el museo también funcionan otras dos escuelas: una de Derechos y una de Mediación Situada. La primera apuesta por construir un espacio colectivo de asesoramiento y apoyo legal comunitario frente a la vulneración de derechos que viven cada día las personas migrantes. Se comparten allí experiencias e información útil en relación a la autodefensa legal y básica, el derecho al asilo y la protección internacional, el derecho a la salud o a la vivienda. La escuela de Mediación Situada, por su parte, consiste en la formación de 10 personas con trayectorias de vida migrantes como mediadoras del museo. La idea es que generen sus propios relatos, elaboren sus recorridos, y en un futuro puedan ofrecer visitas comentadas que apelen a los deseos y necesidades de las comunidades que habitan el barrio.

*

El restaurante en el que cenamos hoy es el mismo al que son invitad+s artistas o conferencistas internacionales cuando vienen a participar en alguna actividad pública del museo. También es el sitio en el que, según dicen, comerá la reina Letizia junto a las primeras damas de los países que conforman la OTAN, durante la Cumbre que se realizará en madrid la última semana de junio. Pero para eso falta. Ahora está lleno de personas haciendo videollamadas con sus familias en áfrica, mostrando en directo las vajillas impolutas y los sillones de pana.

“¡Vaya si han cambiado las cosas desde la primera vez que vinimos!”, dice carre, una de las profes de la escuela, mientras sonríe y observa la escena. Recuerda que al principio del proyecto se generaban situaciones incómodas cuando querían ingresar al museo. Porque si bien se realizaban las gestiones administrativas necesarias para que todo transcurriese con fluidez, el hecho de que un oficial de seguridad blanco pida a una persona negra que se identifique -o, en el peor de los casos, le exija número de pasaporte presuponiendo que se trata de una persona no española- nunca es una situación amable ni neutral para quienes han vivido la fiscalización de sus cuerpos en las fronteras.

Sin embargo, laura, otra de las profes, apunta que el ciclo lectivo de este año fue distinto. Dice que el primer día, cuando ellas llegaron a la puerta del museo, el guardia les dijo con mucha naturalidad que ya había tres esperándolas adentro.

Me detengo ahora en esa imagen. Pienso que, así como la teoría feminista hablaba de los hombres hongo -haciendo referencia a que el capitalismo invisibiliza el trabajo reproductivo y actúa como si los hombres surgieran de la tierra y apareciesen en la puerta de las fábricas con todas sus necesidades vitales satisfechas-, los tres compañeros que esperaron a las profesoras adentro no llegaron del otro lado del escáner de seguridad por arte de magia. Es el resultado del trabajo de muchas personas, desde adentro y desde afuera y durante muchos años, amasando la institución, ablandando sus componentes esquizos para imaginar y posibilitar juntas nuevas maneras de habitarla.

*

 Después de servir las bebidas y antes de que traigan los entrantes, los camareros nos piden que quitemos los cubiertos y las servilletas que hay sobre cada plato, para poder retirarlos. “¿Y para qué los ponen si los tienen que sacar?”, dice un compañero, y todas reímos ante ese baldazo de sentido común que burla los protocolos del lugar. “¿Dejamos los cubiertos a la derecha o a la izquierda?” pregunta otro, ya habiendo asimilado el patrón que consiste en tener reglas para cada movimiento. Así funciona el disciplinamiento de los cuerpos.

En este punto del relato cabría la pregunta de si es necesario o si vale la pena empeñarse en ocupar estos lugares llenos de reglas otras.

Porque una cena como esta puede leerse en dos claves: como un acto de justicia simbólica, como un gesto irreverente que pretende dignificar a veinte personas negras cuyo lugar en este edificio suele ser la bacha de la cocina -o directamente quedarse mirando desde afuera la estructura roja impenetrable de metal-.

Pero puede suceder también que se generen situaciones poco amigables -por no decir violentas- en relación a las miradas ajenas, o a la propia ostentación de una cena de tres pasos frente a las vidas precarias. Quizás el hackear la institución no tenga tanto que ver con sentarse en los mismos sillones que la reina; quizás sea más parecido a montar pseudo cocinas comunitarias en los Talleres del edificio Sabatini, como hacemos cada año durante el Picnic del Barrio.

*

Al lado de nuestra mesa está sentada rita segato junto a germán labrador, director de Actividades Públicas del museo. (Nota de la cronista: esto sucedió de verdad, no es un recurso narrativo inventado para conectar escenas y reflexiones… pero lo voy a utilizar). Convocada por el Centro de Estudios, rita vino a dar una serie de conferencias en relación a la pregunta: ¿Es posible un feminismo con episteme patriarcal?

Su ponencia de cierre se centró en la idea de “evitar hacer la guerra en espejo”, en el mismo sentido en el que audre lorde nos recuerda que las herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo. Y en este llamamiento, segato nos invita a crear nuevos horizontes de sentido, nuevos modos de conocer y de hacer, configurados a partir de lo que llama “una politicidad femenina” caracterizada por ser:

pragmática,

orientada a las contingencias,

vinculada a procesos y no a grandes hechos, solucionadora de problemas,

que preserva la vida,

tiene que ver con el estar más que con el ser, es próxima, situada y no abstracta,

no es burocrática,

pone en el centro los cuidados,

tiene la capacidad de improvisar e innovar, es de base comunitaria.

Rita también hablaba de vivir / estar “adentro y en contra”; es decir, de ocupar espacios estratégicos en las instituciones, pero a su vez, en nuestro caso, se trataría también de desplegar una serie de estrategias micropolíticas orientadas a descolonizar tanto el museo como los procesos culturales que se activan o los relatos que allí se reproducen.

Sabemos que no es tarea sencilla lo de acuerpar y a la vez transformar una institución pública colonial como esta. Que es necesario poner en conversación lógicas muy diversas, teniendo en cuenta que los tiempos, ritmos, modos o urgencias sociales muchas veces generan fricciones con las posibilidades del aparato burocrático-administrativo. Pero se trata de tensar la cuerda sin que se rompa; de ir tejiendo lentamente esas complicidades afectivas e institucionales. De probar a ver qué funciona, qué no; qué cosas emocionan, encienden, contagian, generan chispas. Y con esas chispas, esta vez no queremos incendiar nada. Queremos, quizás, prender una fogata en el medio del jardín, sentarnos en ronda, contarnos historias, y compartir.

celina poloni nació en san lorenzo, argentina. Es licenciada en Comunicación Social (UNR) y tiene un máster en Gestión Cultural e Innovación Social (UCM). Desde 2021 trabaja como gestora cultural en el Museo Reina Sofía de madrid, tramando proyectos relacionados a la cultura comunitaria, los feminismos interseccionales y las nuevas institucionalidades. Es consumidora serial de periodismo narrativo y de vez en cuando le gusta contar historias.

Texto: @celi.poloni Ilustración: @colombe.gr

celina poloni
+ posts
colombe garnier rojas
+ posts

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *